Quedamos para las seis, pero como muchas cosas pueden pasar en un minuto entiendo que se te pasen dos, o en este caso ciento veinte, pero no va al caso reclamar por quien cumple o quién miente, la verdad ya ni estaba pendiente, pero llegaste, el resto se puede ignorar, todo menos que era un sábado a las ocho, que diste muchas vueltas antes de llegar, que me hablaste del por qué detrás de lo que haces y estudias, de tu familia, de tu humor negro, y te soy sincero, me encantó tu capacidad para planear bromas pesadas y alguna que otra macanada.
Podríamos ignorar el resto, menos que tenías una blusa negra y una falda de jean, que tenías muy buena energía, que cuando contabas historias tus ojos sonreían, que una de ellas no terminó bien, que mientras me la contabas sentía la tormenta en la piel, me llevaba la corriente, recuerdo bien cómo se siente, con tu entusiasmo me diste ganas de escalar, de enfrentar terrenos distintos, de explorar, podría ignorar todo menos que tu risa me hacía reír, no sabría describir tal cual, pero entre un Ja y el otro había como una pausa desigual, como si su andar invitara a caminar, trotar y bailar.
Podríamos ignorar todo lo demás, hasta el postre, una mezcla interesante de sabores: banana, granola, frutilla, açai y leche condensada, la verdad no esperaba que eso me gustara, pero usualmente todo lo que me gusta es inesperado, incluyendo los ciento veinte minutos pasados. Hasta el momento había quedado encantado, podría olvidarme de todos los otros detalles, como lo mucho que tardó en llegar el pedido, que alrededor habían unos cuantos mosquitos, que al primer sorbo del postre se me congeló el cerebro y no es que estaba apurado sino más bien desatento.
Pero si voy a ser honesto conmigo, y por supuesto contigo, si voy a ignorarlo todo y quedarme con solo un detalle, ese va a ser el piercing en tu labio inferior al lado derecho, ahí compensé la espera de ciento veinte minutos, me pregunte si te dolió, si cuándo te lo hiciste, si es real y por qué te lo pusiste, la verdad que tanta interrogante no venía al caso, yo estaba colgado de ese aro plateado, la corona de risa entre cortada, el escudo y la espada de las historias que contabas, una distracción que me haría bajar la guardia y caer en tus bromas, un motivo para escalar contra el viento, un talismán para congelar pensamientos.
Pero ese es mi caso, quisiera nunca olvidar nada y si al final de todo lo que dije quisiera que vos recuerdes solo un detalle, aunque olvides todo lo demás, si tuviese que elegir una sola cosa, sin dudar sería lo siguiente: quisiera que recuerdes y tengas presente que si para verte tengo que esperar, esperaría, una, dos o en este caso ciento veinte vidas.
¡Eres un gran narrador de historias! ¡Esta es una narrativa tan profunda y cuenta los eventos realistas! ¡Gracias por compartir con nosotros!